Vivo en una zona semi-rural, donde debo caminar largas distancias rodeada de árboles para llegar a mi casa. Era marzo del 2004, mi prima Grimi y yo íbamos a acompañar hasta su casa a mi amiga Karina, que vive a unos 500 metros de donde vivimos nosotras (mi prima y yo somos vecinas). Para llegar a la casa de mi amiga, debíamos atravesar un camino rodeado de eucaliptos, por el cual transitábamos. Conversando y riendo, caminamos hasta llegar al frente de una especie de saco blanco; a pesar de que era de noche, la luna alumbraba todo claramente, así que lo divisamos perfectamente. Cuando nos acercamos un poco más, para horror de las tres aquel saco se movió, figurándosenos un vestido, y vimos que aquella oscuridad negra que lo envolvía no era ni más ni menos que cabello, que se levantaba lentamente para dejar entrever un pálido rostro. Nos armamos de valor, y las tres pasamos de largo, siguiendo nuestra ruta. Ya alejadas de aquel ‘saco’, murmuramos en voz baja si todas lo habíamos visto, y siendo esto así, decidimos no dejar sola a mi amiga Karina hasta que llegaran sus padres. Cuando estos llegaron, nos devolvimos con mucho susto mi prima y yo a nuestras casas. Al ser otoño, el camino estaba cubierto de hojas secas, por lo cual oíamos las pisadas de las gallinas a lo lejos. Sin embargo, no oímos que dos altos hombres, junto a un perro negro se aparecieron de repente por la espalda… ellos nos adelantaron, así que no pudimos reconocerlos. Cuando llegamos a mi casa, no teníamos la certeza con la Grimi si realmente vimos a aquella mujer o si sólo fue ilusión óptica… el hecho es que hasta el día de hoy le tenemos respeto a aquel lugar, y no volvemos a atravesarlo solas de noche.
2 comentarios
Violeta -
fátima -